martes, 3 de junio de 2008

SILENCIOS


La primera vez que oí hablar de la poética del silencio fue a Aurora Egido en aquellos tiempos felices de la facultad. El silencio como misterio, espera, calma, cadencia; pero también el silencio que vale más que las palabras, cuando no hay nada que decir. Qué bonito el silencio cómplice en compañía que no es necesario llenar con ruido, porque la presencia del otro lo llena todo. Javier C., tan elegantemente exigente como siempre, me decía que tenía que escribir más y más a menudo aquí... pero él ya sabe que soy incapaz de hablar por hablar. Me acuerdo de nuestras incursiones vespertinas a un bar de Predicadores que tenía pintado, en el murete de la barra, un duende...se llamaba Silencio.

También la Lepantina me dejó en silencio con los piropos que propina en su blog. Rafa me cuenta nuevos trucos para esta ignorante informática y pronto colgaré el trabajo de investigación sobre el lucero de casa Faure. Por lo demás, mucho papeleo administrativo, mucho movimiento para intentar acabar este mes y que un objeto llamado LIBRO entre, ¡ por fin !, en El Estudiet (lo celebraremos) y el acero corten ya camino de Villanueva de Gállego.

3 comentarios:

DesEquiLIBROS dijo...

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Lengua y Literatura dijo...

La foto del lucero también habla por sí sola. Tenemos muchas ganas de leerlo, así que esperamos que los trucos de Rafa surtan efecto para poder disfrutar de lo que nos has contado y que promete muchísimo.
P.D. El equipo de chinos operarios esperamos instrucciones para lo que sea menester.
Besotes y al atarquerlll!!!!

Anónimo dijo...

Yo estoy sola desde hace un tiempo y echo de menos ese silencio que describes. Rompo el silencio que me rodea constantemente: enciendo la tele o la radio; pongo música; llamo por teléfono…y creo que sólo por no oírme conversando conmigo misma,…sola. Añoro ese silencio compartido.